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Mostrando entradas de febrero, 2017

Demasiada complejidad

No tolero las relaciones íntimas porque no puedo manejar su complejidad. Demasiadas emociones (imperiosas, contradictorias), y sobre todo: la rabia, la decepción, el resentimiento. O simplemente soy demasiado desconfiado para la dependencia, para el ineludible riesgo de la entrega. O espero demasiado, y ello me aboca sin remedio a la decepción y a sentirme vulnerado. Mi esperanza de amor es demasiado totalitaria: es infantil, inmadura, primitiva. ¿Oral? ¿Devoradora? (en el sentido del psicoanálisis). Pongo pruebas constantes a la otra persona, que acaba diciéndome, como aquella: “No te compro”. Boicoteo las mejores intenciones del otro para confirmar mi hipótesis de que no merece mi amor: “sabía que no me amabas”, podría ser la profecía autocumplida. ¿Lo sabía o lo temía tanto que prefería no arriesgarme a lo contrario? Demasiada complejidad. Se me ocurría una manera de describirla. Una manera al estilo de los cognitivistas, que se apoyan en la metáfora del ordenador para explic...

Edipo contrariado

No sé dónde leí (creo que en algún escrito junguiano) que el hombre pasa dos grandes trances en su desarrollo: primero, el abandono de la condición de niño y el ingreso en la condición de adulto, que en las sociedades antiguas era marcado por duras pruebas iniciáticas; y segundo, la entrada en la condición de padre (progenitor, protector, velador de la prioridad de la nueva generación). El primer paso implica un tránsito espiritual de la inocencia más o menos desentendida ― ser protegido y cuidado ― a la responsabilidad de ocupar un sitio de igual en el grupo ― lo cual implica hacerse cargo de uno mismo y, ulteriormente, proteger y cuidar ― . Los nuevos privilegios van aparejados a nuevos deberes. En el plano simbólico, uno está llamado, compelido, a iniciar una etapa heroica. El héroe deberá hacer frente a peligros, dedicarse a la lucha, esforzarse por hacer aportaciones valiosas a la vida común. El héroe se quedará solo, será puesto a prueba y será juzgado por sus logros. El resu...

Plantar árboles

Uno mira el mundo, se informa de lo que cuentan los periódicos, reflexiona, y ya no puede remediar la angustia. Parece que, como dijo el filósofo, la única actitud lúcida y digna es el pesimismo. —No estoy de acuerdo. El pesimismo nos inmoviliza, nos convierte en rehenes. El optimismo, incluso cuando resulta iluso, abre una puerta al porvenir. Y no podemos vivir sin porvenir. —Pero las cosas van mal, e irán a peor. Sufriremos y lo desbarataremos todo. —Capaces somos, desde luego. Pero podemos pensar, como Luther King: “Aunque mañana fuese a acabarse el mundo, yo igual plantaría mi árbol”. Nuestro compromiso con los que vendrán es esforzarnos por recomponer lo que esté en nuestra mano, como hicieron los abuelos. ¿De qué les servirá nuestro lamento a las generaciones futuras? Si caminas por la montaña y alguien ha tirado una botella, no pierdas tiempo maldiciéndolo o pensando en cómo debería actuar la gente, recoge la botella y así el que pase después verá un campo limpio. —Pero...

Pilotos sabios

Hay personas que cuentan con una especie de ley o brújula interna, un timón que les guía en todas las cambiantes circunstancias de la vida. Como a todos, les zarandean las marejadas de la existencia, pero ellas siempre acaban por seguir su ruta, una ruta grabada a fuego como si fuesen dueños de sus propias constelaciones. Esas personas siempre siguen adelante, porque siempre saben a dónde van. En cambio, otros navegan sin rumbo, a merced de los vientos y de las mareas, dando bandazos de acá para allá sin claridad y sin destino. Éstos vienen y van, pasan una y otra vez por el mismo sitio, se estancan cuando no hay brisa, y en días de tempestad se estrellan contra los arrecifes que no supieron vislumbrar. A veces avanzan a la deriva, o se detienen en puertos extraños, o escoran con el viento de levante. ¿Qué es lo que marca la diferencia? Creo que, ante todo, el amor. Quien fue amado cuando aún se sentía insignificante, conoció la tierra firme y aprendió a caminar por ella; y sabe a...