Ya lo denuncia Zygmunt Bauman: la globalización posmoderna ha erosionado, paradójicamente, el valor y la propia noción de lo común; cada cual tiene que arreglárselas solo. A la dimisión de la utopía se responde con la retrotopía (vuelta atrás, según Bauman) y, añadiría yo, con la introtopía: el sueño de la realización personalizada y lograda individualmente. Se trata de triunfar a toda costa, de sacarle partido al mundo al servicio de nuestras intenciones egocéntricas. Recluidos en nuestras celdas de la colmena atomizada, nos entregamos a una orgía masturbatoria de “pensamiento positivo” y sueños megalómanos: basta con poner suficiente empeño y con acudir, si acaso, al especialista indicado (gurú, terapeuta, coach …) que nos enseñe a hacerlo. La propia moralidad, cuyo sentido originario es social, se privatiza y se convierte en autorreferente, como explica Bauman: “de ser el principal aglutinante que salvaba distancias y acercaba posiciones entre las personas y, en definitiva, l...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida